Los beneficios de ir a terapia

Foto por Sinaí R. Lozano

Es igual de importante cuidar la salud mental que la física

Por Andrea Hernández

Nunca antes de mis 35 años había ido al psicólogo porque no pensaba necesitarlo. No porque no creyera en esta profesión, sino porque tenía la idea de que era un tratamiento reservado solo para la gente que sufre mucho por algún duelo o una crisis fuerte o para quienes tienen algún trastorno mental notable. Ahora creo que todos deberíamos ir a terapia. 

Atender nuestra salud mental con la ayuda de un experto es igual de importante que cuidar de nuestros dientes con un dentista. Cuando un doctor nos revisa, nos pide estudios y nos da un diagnóstico, le creemos y hacemos lo posible para mejorar, porque queremos preservar nuestra salud. ¿Por qué no tomar la misma actitud respecto a un psicoterapeuta? 

Muchos cristianos tienen una postura diferente: creen que acudir al psicólogo es algo innecesario, pues para eso están los pastores, mentores, consejeros y la Biblia misma. Y aunque ellos cumplen roles importantes, vivimos en una cultura que sobre espiritualiza las cosas y/o tendemos a separar lo sagrado de lo secular. 

Por supuesto, Dios nos habla y transforma a través de su Espíritu, de su Palabra y de otras personas. Los cristianos estamos en un proceso de santificación de por vida. 

Sin embargo, algo que ha llamado mucho mi atención es cómo podemos estar genuinamente apasionados por el Señor, sirviendo y adorando, y sin embargo seguir dolidos por las mismas heridas, repetir los mismos patrones o persistir en las mismas actitudes destructivas. Pareciera que no hay congruencia.

Tal vez, esto suceda porque deseamos que Dios transforme milagrosamente todas las áreas del corazón conforme oramos y caminamos con Él, pero se nos olvida que seguirle no es una actitud pasiva; requiere de nuestra iniciativa buscar sanidad y santidad. Aun teniendo una relación íntima con Dios, seguimos teniendo puntos ciegos en nuestras creencias y comportamientos que no podemos develar solos. Estamos diseñados para necesitar de otros para crecer.

Un psicólogo conoce el funcionamiento del cerebro, la mente, el comportamiento humano y las relaciones interpersonales. Está capacitado para diagnosticar y tratar trastornos mentales, pero no es lo único que se puede abarcar en un proceso psicoterapéutico. También puede ayudarnos a enfocar nuestra interpretación de la vida de manera sana por medio de técnicas, recursos y herramientas. 

He aquí una lista de cuestiones que puede ser muy útil tratar con un profesional de la salud mental:

  1. Heridas de la infancia, relaciones quebrantadas con papá y/o mamá y cómo influyen estas en nuestras relaciones actuales.

  2. Patrones negativos derivados de una crianza deficiente. Por muy amorosos e incluso piadosos que hayan sido nuestros padres, todos cargamos con heridas.

  3. Experiencias pasadas de abuso, maltrato, negligencia o violencia.

  4. Heridas emocionales por relaciones o sueños rotos.

  5. Eventos traumáticos, estrés postraumático, duelo.

  6. Gestión de emociones (miedo, inseguridad, tristeza, enojo).

  7. Asertividad en la toma de decisiones, desarrollar hábitos sanos, mejorar relaciones interpersonales.

  8. Creencias limitantes, pensamientos automáticos, intrusivos y distorsionados.

  9. Trastornos alimenticios, de ansiedad, depresión, pensamientos suicidas, etcétera. 

Puede ser que no todos estos puntos sean parte de nuestra experiencia, pero es verdad que vivimos en un mundo caído y definitivamente no lo tenemos todo resuelto. Sepamos que según esté nuestra mente, interpretaremos nuestras experiencias, el mundo e incluso a Dios mismo. La falta de salud mental puede distorsionar nuestra fe en las verdades de Dios.

Por ejemplo, una persona podría percibir al Señor como un Dios que siempre castiga o que no permite errores, porque tal vez su padre terrenal lo educó así. Tiene esa creencia tan arraigada que le resulta casi imposible pensar que su Padre Celestial pueda ser diferente. 

Sin darse cuenta, esta idea afectará en gran manera su relación con Dios y su actitud ante la vida, a menos que la haga consciente, la desmenuce y la reenfoque. Muchas veces este proceso solo es posible con el acompañamiento de un terapeuta.  

Lo anterior es tan solo un ejemplo de tantas cosas que podrían salir a la luz en psicoterapia. Un buen psicólogo sabrá acompañar a su paciente con empatía, validará sus emociones y escuchará activamente sin juzgar las heridas o errores. También hará preguntas reflexivas, desafiantes y reveladoras que lo guiarán a encontrar nuevas perspectivas, soluciones y salidas a sus problemas o limitaciones.

Como creyentes en Cristo Jesús, es muy importante buscar que el terapeuta comparta nuestra fe. Una cosmovisión compartida será vital para que fluya una mejor conexión, confianza y autenticidad en la relación y sobre todo facilitará el trabajo de transformación que Dios anhela para sus hijos. 

En su libro Mero Cristianismo, C.S. Lewis afirma: «Y, de hecho, Él [Dios] enseña mucho más de Sí mismo a algunas personas que a otras… no porque tenga favoritos, sino porque es imposible para Él mostrarse a un hombre cuya mente y carácter estén en condiciones adversas. Del mismo modo que la luz del sol, aunque no tiene favoritos, no puede reflejarse en un espejo polvoriento del mismo modo en que lo haría en un espejo limpio». 

Dios tiene mucho qué revelarnos, pero es nuestro trabajo abrir esas puertas que nos quiere mostrar. Seamos de aquellos a los que Dios enseñe mucho más de sí mismo. Tomemos como prioridad nuestra salud mental y emocional para conocer las profundidades de Dios, para ser sanos y para reflejar su luz a un mundo lleno de oscuridad. 


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