¿Por qué es importante conocer nuestra personalidad, dones y fortalezas?

Foto por Marian Ramsey

Te ofrecemos cuatro claves para descubrirlo

Por Ann Díaz

Antes de entender mi personalidad, no me aceptaba. Me sentía diferente a los demás y eso no me gustaba. Mis amigas me decían que vivía en mi propio mundo. Es cierto que soy un poco despistada y tiendo a soñar despierta, pero en ese tiempo no entendía por qué y pensaba que había algo mal en mí o que no era tan inteligente. 

Me hubiera gustado ser más extrovertida, más organizada y más vivaz, pero me di cuenta de que ser introvertida y soñadora son características buenas y que así es mi naturaleza. Descubrí algunas de mis fortalezas: entiendo fácilmente a las personas, puedo ver el panorama completo de una situación y vivo fiel a mis valores. 

También estoy más consciente de mis debilidades, pues a veces soy demasiado idealista y no me fijo tanto en los detalles. Me he llegado a conocer mejor y a aceptarme. 

Entender las preferencias de cada persona me ha ayudado mucho en mis relaciones, sobre todo en mi matrimonio. Me casé con alguien que tiene una naturaleza muy diferente a la mía, pero hemos aprendido a convivir, trabajar y divertirnos mejor, y creo que entender la personalidad de cada uno ha sido clave para eso. 

Por eso, quiero compartir cuatro razones por las cuáles creo que es importante conocernos más a fondo:

1. Para conocer el diseño con el que Dios nos creó.

Todos tenemos una historia, personalidad, fortalezas y dones particulares con los que Dios nos creó para reflejarlos al mundo de la manera en la que solo nosotros podemos hacerlo. Aunque a veces no nos gustan ciertas características nuestras, es liberador aceptar el diseño único que Dios nos dio. 

Además, conocernos nos ayuda a saber por qué reaccionamos, pensamos y hacemos las cosas de ciertas maneras. Así aprendemos a respetar nuestras limitaciones, trabajar en las debilidades y tener discernimiento al ayudar y pedir ayuda. Dios no se equivocó cuando nos creó. Él diseñó su creación a su imagen y semejanza, y quiere revelarse a través de nuestra personalidad. 

2. Para no caer en ideas erróneas.

Generalmente no se le da mucha importancia a la personalidad, pues se piensa que es un pasatiempo o es solo para psicólogos, pero rara vez se relaciona con lo espiritual. 

Sin embargo, en la Biblia vemos que Dios usó a personas con distintas características que cumplieron propósitos muy valiosos. Por ejemplo: David con su naturaleza sensible e introspectiva, con una manera de ser muy profunda, fue usado por Dios para escribir en los salmos los encuentros intensos que tuvo con Él. Por otro lado tenemos a Pedro, quien tenía una manera de expresarse muy apasionada y eso Dios lo usó para transmitir su mensaje con firmeza y poder. 

Muchos pueden pensar que hablar de personalidad y fortalezas es egoísta, pues vemos que algunos lo usan para su propio beneficio, pero la realidad es que si nos conocemos más a fondo, podremos conocer mejor a Dios y de esa manera servir a otros con naturalidad. Comúnmente nos ponemos a la defensiva si alguien nos corrige, ya que pensamos que no tenemos que cambiar y que solo es cuestión de aceptarnos con nuestros defectos y fallas. Creemos que así nacimos y que no hay necesidad de ser diferentes. 

Cada personalidad y fortaleza tiene sus ventajas y desventajas, pero es importante aprender a trabajar en pulir nuestras debilidades. Por ejemplo: algunas personas tienden a ser muy desordenadas. Su fortaleza es que son flexibles y espontáneas, pero en situaciones donde se requiere más estructura, necesitan aprender maneras de adaptarse a esos cambios y esforzarse para tener más orden. 

Esto los hace madurar y les ayuda a relacionarse mejor. Entonces, es necesario aceptar las imperfecciones propias y ajenas, sin embargo, todos somos capaces de crecer en nuestro carácter.  

3. Para saber cómo trabajar mejor. 

Pensemos en la persona más extrovertida que conozcamos. ¿Sería feliz trabajando aislada en un cubículo todo el día? Seguramente no. Cuando comprendemos bien nuestras fortalezas podemos priorizar mejor nuestros tiempos, nos liberamos de mucho estrés y nos sentimos como pez en el agua. 

Es muy desgastante dedicarse a algo que no va acorde a nuestra naturaleza, que no nos hace crecer y que más bien nos frustra. Cuando pasamos la mayor parte del tiempo aprovechando nuestras fortalezas, podemos llegar a nuestro máximo potencial. 

Cuando usamos nuestras fortalezas, dejamos de ver nuestras actividades como solo un trabajo y las vemos más como una vocación. También nos ayuda a poner límites sanos y saber cuándo decir sí o no a compromisos. 

Dios nos dotó de características únicas con el propósito de que las disfrutemos y compartamos con los demás, es decir, Él espera que las administremos con sabiduría. 

4. Para tener relaciones más significativas con otros.

Todos conocemos a alguien de la familia o el trabajo que por más que lo intentamos no logramos comprenderlo. Es cierto que a veces nos sentimos más cómodos con algunas personas con las que tenemos similitudes pero, se complica cuando nos relacionamos con quienes son de una manera de ser totalmente distinta a la nuestra. Podemos usar estrategias para aprovechar esas diferencias y desarrollar relaciones sanas y productivas. 

Por otro lado, es esencial saber cómo comunicar nuestras necesidades y perspectivas, pues no todos piensan igual que nosotros. Por ejemplo, ante un compromiso, a algunos no les cuesta improvisar en el momento, mientras que otros no quieren tomar decisiones antes de tener un plan detallado. Ambas maneras de responder, aunque son diferentes, pueden lograr el mismo resultado. 

Vale la pena ser conscientes de nuestra manera de ser si queremos vivir una vida más plena y con más libertad. Por eso, tomemos el tiempo necesario para entender la personalidad de los demás y aprender de sus fortalezas, a la vez que compartimos nuestra manera de ver la vida. 


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