Y Dios usó a la mujer (Parte 2)

Foto por Phil Eager

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Igualdad del hombre y la mujer ante Dios 

Por Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)

¿Qué enseñanza podemos rescatar de la Biblia acerca de la igualdad o diferencia entre varón y hembra? El apóstol Pablo dice en la primera epístola a los corintios: «Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios» (11:11-12).

Otro comentario importante del apóstol se halla en Romanos 2:11: «Porque no hay acepción de personas para con Dios». La misma idea se repite en Gálatas 2:6, Efesios 6:9 y Colosenses 3:25, también en palabras de Pedro en Hechos 10:34 y 1 Pedro 1:17. Desde el Antiguo Testamento este principio es enfatizado varias veces:  «Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas» (Deuteronomio 10:17) exhortando al pueblo de Israel a imitar a Dios en esto. 

¿Qué significa esta frase? La mujer merece un trato bueno, al igual que el hombre. 

Santiago se refiere a este tema dos veces en su corta epístola. Lo relaciona con los ricos que no deben recibir mayor atención que los pobres, pero concluye: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo…. pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado» (2:8b y 9a).

Quizá el máximo pasaje sobre este asunto, sea lo que el apóstol Pablo enseña en los capítulos 4 y 5 de su epístola a los efesios, cuando dice: «Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz... somos miembros los unos de los otros… sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante... Someteos unos a otros en el temor de Dios».

¡Qué conceptos más revolucionarios! Humildad, mansedumbre, paciencia, unidad, paz, benignidad, misericordia, perdón, imitar a Dios en entrega y amor sacrificial. 

La última frase, «someteos unos a otros en el temor de Dios», precede inmediatamente al pasaje que describe la relación matrimonial afirmando que la esposa debe estar sujeta al marido y que él debe amarla como Cristo amó a la iglesia, concepto repetido tantas veces que es evidente que Pablo no quería que la idea pasara desapercibida. 

«Someteos unos a otros» implica que el esposo debe someterse a la esposa y viceversa, y que además en la comunidad de los creyentes todos deben hacerlo mutuamente. ¿Cuántos lo practicamos ahora? 

En las bodas las exhortaciones por lo general enfatizan la sujeción de la esposa sin apreciar la importancia de que el esposo ame a su mujer y pasando por alto el mandato comunitario de «someteos». 

De manera semejante, el texto en la primera carta a Timoteo donde Pablo dice: «no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio» (2:12), ha sido citado tantas veces en las congregaciones que parece una parte esencial del Evangelio. Está en la Biblia, nadie puede negarlo. Pero es necesario estudiar a fondo toda la Escritura y no basarse en un pequeño detalle para dogmatizar sobre ella. 

Muchos creen que en Éfeso, donde se supone que estaba Timoteo al recibir la epístola, había un problema específico: mujeres que interrumpían las enseñanzas para hacer preguntas o comentarios. Por lo tanto, Pablo dice que deben preguntar en casa y no ser imprudentes en el culto. En vista de todas las mujeres a las que el apóstol felicita por su trabajo como diaconisas, profetisas, evangelistas y demás, parece que este caso tenía que ser especial y no general. 

Entonces, a la luz de la Palabra podemos concluir que para Dios no hay acepción de personas, que la mujer no es más ni menos que el hombre, ni el hombre que la mujer, que debemos someternos unos a otros y que somos llamados a imitar a Cristo y a participar en sus enseñanzas por igual.


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