Navidad en mandarín

¡Terminé vestido de Santa Claus para compartir de Jesús! ¿Irreverente? Quizás

Por Roberto Ramírez Quesada
El mundo es inmenso, diverso y está lleno de contrastes por doquier. Existen costumbres ajenas a las nuestras, muchas de ellas relacionadas con alimentos, vestimentas y festividades, entre ellas la Navidad. 

Sin lugar a dudas, la Navidad es una de las festividades más icónicas en muchas naciones, empero no en todas, ya que Cristo no es conocido en la mayoría de los grupos étnicos. 

Una vez, a miles de kilómetros de nuestro continente, en un remoto pueblo asiático, nos aventuramos a realizar un proyecto misionero. Suponíamos que al menos habían oído hablar de Cristo, sin embargo, no podíamos estar más equivocados. 

A pesar de la ignorancia de los niños sobre el motivo de la Navidad, la globalización había ayudado a que conocieran quién era Santa Claus, aquel que en teoría trae regalos en diciembre a algunos niños. Ante esto, un creyente del pueblo sugirió que me vistiera de ese personaje. Primero, un rotundo ¡no! cruzó por mi cabeza, pero enseguida, nos pareció que podríamos utilizarlo a nuestro favor.

Mientras me disfrazaba, reía con ironía debido a la aversión que le tengo a Santa Claus, además del asombro de ver cómo Dios puede usar a un gordito costarricense, con un casi nulo mandarín. Salí del salón con un costal lleno de sorpresas. Decenas de niños se abalanzaron para saludar a este personaje navideño. Les explicamos que teníamos un regalo muy importante, pero yo no era el dador de este, sino Jesús. Esto los hizo pensar. 

¿Qué pasó con mi casi nulo mandarín? Si bien estuve frustrado por unos días, Dios no paró de sorprenderme y me encontré a una familia apasionada por el español con quien compartí el verdadero motivo de la Navidad en mi idioma.

El 25 de diciembre del 2017 era una fecha más en el calendario en Taiwán y en nuestro caso tuvimos una linda cena entre los compañeros de equipo. Aunque no nos conocíamos, teníamos un mismo deseo en común: dar a conocer a Jesús hasta el último rincón de la tierra y enseñar la vida que Él quiere que vivamos.

Para muchos, esta es ya una celebración más, pues se ha desvirtuado. El factor común son las fiestas y los regalos para los seres queridos. Como creyentes celebramos el regalo de la salvación, aquel que sin tener un valor económico es el más valioso de todos.

Es el mejor de los poemas de amor, y no fue escrito con pluma y papel sino en una cruz y con la sangre del Autor de quien Isaías profetizó que sería llamado Admirable y Consejero, entre otras muchas cualidades.  

Recuerdo que de niño la condición para recibir nuestro regalo en Nochebuena se relacionaba a tener una buena conducta. Pero la realidad es que todos somos pecadores y por eso necesitamos aceptar el regalo gratuito de la salvación a través de Jesucristo. Él es quien puede traer no solo una noche de paz sino una vida llena de ella. 

La mejor Navidad de mi vida, no la pasé con la familia o celebrando mis tradiciones sino en una región no alcanzada. Me hizo evaluar de nueva cuenta que el regalo más grandioso, que es Jesucristo, está aguardando a ser entregado y muchos a nuestro alrededor aún no lo han abierto. 

Dios nos está invitando a una celebración que sobrepasa festividades, ya que este regalo no tiene fecha de caducidad y debe ser entregado con urgencia.


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